La ausencia insalvable que provoca una tragedia puede ser precedente de otra ausencia si cabe más grave. Claro, no sabes a que me refiero. Normal. ¿Estás preparado? Es igual. Voy a seguir. Créeme. No te va a gustar. Hubieras preferido algo más complaciente. Voy a referirme a la ausencia nada irrelevante, a la ausencia que no provoca astenia. Es la ausencia que provocamos intencionadamente. Esa con la que castigamos o lo pretendemos, con la que dañamos o nos dañan. Esa que el tiempo no cura. Eres tú quien te repones. Eres tú quien deja de tratar la ausencia con cuidados farmacológicos para reaccionar de forma abrupta, dejar de esperar clemencia y provocar el cambio imprescindible.
¿Cuántas veces podemos brindar?
“Brindemos por el inicio de un nuevo capítulo de nuestra vida.” Es la última frase de la mujer de Schmidt -Jack Nicholson- quien brinda por un inicio imposible en la película A propósito de Schmidt del director y guionista americano Alexander Payne. Un infarto mortal pone punto definitivo a ese inicio imposible. Su fallecimiento revelará una ausencia mayor y más trágica.
Preocupado y, a su juicio, atento a las necesidades de su familia, Schmidt adopta un compromiso económico de mantenimiento del hogar y abandono de sus sueños profesionales que le impiden implicarse en los sentimientos de su mujer y de su hija. Tras el fallecimiento de su mujer descubre a dos desconocidas con vidas marginales. La esposa utiliza el orden doméstico para esconder que su amante es el mejor amigo de su marido; la hija carece de afectos, de autoestima y su precariedad económica y profesional son paralelas a su precario próximo marido.
¿Necesitamos una tragedia para resolver la falta de significado en la vida de personas por las que creíamos haber dado todo? Y si hemos dado todo, ¿qué nos hemos quedado para nosotros? Resolvamos de inmediato. El protagonista de la película intentará sanear sus sentimientos y ocupar sus carencias pero apenas tiene tiempo, apenas tiene dinero, apenas tiene familia. Peor, imposible.
Ausencia laboral.
Podemos pensar que Schmidt -Jack Nicholson- había acabado con un ciclo por su jubilación, y que nuestra carrera laboral todavía permanece abierta. Si como empleados cumplimos horarios, asistimos o convocamos reuniones, llevamos a la práctica las ideas con formato de orden profesional, no tenemos por qué tener dudas. Seguimos el patrón establecido por un coordinador laboral y de forma rutinaria aceptamos lo impuesto.
¿Qué ocurre cuando un trabajador reflexiona sobre su propia ausencia laboral? Y ¿si mañana no estoy? Hagamos la prueba. ¿Qué tal? ¿Sirve para que te valoren? ¿No? Da igual. ¿Ha servido para que tú te valores más profesionalmente? No pierdas tiempo en pensar en tu ausencia, utiliza tu creatividad para incrementar esa necesidad de tu valía profesional.
¿Seguimos sin mejorar esa valoración? Abandona la empresa. No mantengas esa falta de criterio laboral ya que no llegará el despido, la empresa irá antes a la quiebra. Una de las claves del talento empresarial está en el reconocimiento profesional de los empleados. Ante promociones externas sin valoraciones objetivas de los empleados, mejor una salida consensuada e inminente.
Si brindamos por el inicio de un nuevo capítulo personal o profesional será necesario saborear la bebida pausadamente. Si no es así, no merece la pena, no merecen la pena.