16 de septiembre de 2021

Foto de v2osk
Se ve un cielo precioso desde la terraza. El color anaranjado del atardecer se va degradando hasta un azul cobalto cada vez más oscuro. Es la hora azul.
Imagino que tú estás aquí, en nuestra casa, quizás en nuestra habitación cambiándote de ropa porque has vuelto -tarde, como es habitual- del trabajo. Vienes a donde yo estoy, te pones a mi lado rozándome y haciendo que tus dedos se enlacen con los míos. Las dos miramos los colores de la tarde. No decimos nada. No es necesario. Te siento tranquila y en paz y eso me hace sentir tranquila y en paz. No necesito más. No necesitamos más.
Las viejas tensiones, el viejo dolor ya son el recuerdo de un tiempo que sentimos oscuro y difícil pero también lejano. Siguen ahí las cicatrices, podemos verlas y, cuando las tocamos, notamos su textura dura e irregular. Nos parecen bellas, porque son el recuerdo de una lucha que ganamos juntas. Una lucha que estuvo a punto de destruirnos. Estuvimos a punto de no perdonar nuestras faltas, de no perdonarnos a nosotras mismas.
Sigo soñando despierta. Sé que no es un sueño, es un deseo, pero es tan intenso y fuerte que casi puedo vivirlo como si fuera real.
Esto que escribo te pertenece a ti. Quizás, pase lo que pase, lo guardes como un recuerdo o, quizás, simplemente lo elimines para no dejar rastro de mí; para borrarme completamente. O quizás quede perdido entre la multitud de cosas que abarrotan tu casa, tu vida.
El miedo, muchas veces, me ha empujado, me ha tentado a dejar todo esto atrás, a terminar, a pasar página y seguir con mi vida. Lo sigue haciendo ahora. Pero aún me quedan fuerzas y si al final pierdo esta guerra sólo será porque habré quedado destruida completamente y ya no habrá nada que ganar porque nada quedará de mí. O bien porque sienta que ya no estás. Que te has ido para siempre porque has dejado de quererme.
Anoche me desperté. Me sentía en calma. Era una calma extraña. Estaba tumbada boca arriba. Sentía que mi mano derecha tocaba tu brazo calentito y suave. Podía sentir tu tacto de una forma irreal pero nítidamente. Sabía que realmente no estabas ahí, pero no quería moverme, casi ni respirar, para que esa sensación de tenerte al lado no desapareciera. Sabía que era imposible, pero deseaba que te movieras para tocarme, sin despertarte, pero de alguna forma consciente de que me había desvelado, como ha ocurrido tantas noches. Me volví a quedar dormida. Volví a despertar. Sola. Confusa. Echándote de menos.

Foto de Tyler Lastovich