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Capítulo 1: Rutinaria Convivencia con Savi

Año 2035. Madrid (España)

Foto de Lennon Cheng

Le despertó la dulce voz de Savi a la hora indicada, igual que ocurría cada día al finalizar la madrugada. Se iluminó lentamente el dormitorio con una suave luz blanca, mientras una agradable música comenzaba a oírse por los pequeños altavoces camuflados en las paredes del dormitorio.

—¡Magníficos días! Está a punto de amanecer, Emilio. Cuando salgas del cuarto de aseo tendrás preparado tu desayuno en el comedor.

—Gracias Savi, como todos los días…—comentó desperezándose Emilio, a la vez que bajaba de la cama.

—Sabes que puedes variar mi saludo en la configuración de personalidad —contestó la amable voz andrógina desde la pared.

—Claro que lo sé, en realidad quiero que sigas así, me haces compañía y me resulta mucho más llevadera la soledad en este pequeño piso.

—Sabes que estoy para lo que desees —dijo la voz virtual, mientras se abría la puerta del dormitorio automáticamente antes de que Emilio hubiese llegado frente a ella.

—Lo único que no puedo cambiar es escuchar esa insulsa música en vez de Run to the hills mientras me levanto y ducho.

—No he encontrado ese tema reproducible en mi base de datos, es una canción del siglo pasado descatalogada.

Como si Emilio no lo supiera, realmente estaba descatalogado todo lo anterior a diez años.

Savi (el Sistema de Asistencia Virtual Inteligente) no era más que una versión mejorada de los asistentes creados a principios de siglo por diferentes empresas, como Alexa, Siri o Cortana, aunque dotado de inteligencia artificial y totalmente integrado a las funciones domóticas de la vivienda. No dejaba de ser extraño tener una casa completamente inteligente, que te hace la compra, prepara la comida y vigila por tu seguridad de forma automática, y en cambio no tener más que 25 metros cuadrados donde disfrutar esa comodidad. Aparte del dormitorio y cuarto de aseo, la residencia solo contaba con una habitación que hacía las funciones de salón, cuarto de ocio, comedor, gimnasio y daba paso a la puerta de salida del edificio. Según Savi decidiera, unos elementos salían o se ocultaban en las paredes o techo para lograr la transformación parcial de la sala. Además, al no tener que usar la cocina y prescindir de antiguos electrodomésticos como frigorífico, lavavajillas o lavadora, se había ahorrado espacio en este tipo de casas. Savi lo preparaba todo en el administrador de provisiones, al que no se tiene acceso directo, y dejaba servida la comida en la bandeja de recepción alimentaria en el salón-comedor. El útil administrador gestionado por Savi, unía los antiguos aparatos de principios de siglo como frigorífico, despensa, horno y robot de cocina. Había niños que solo habían conocido este sistema, pero Emilio nació el siglo pasado y convivió con esos artilugios demasiado tiempo como para acostumbrarse fácilmente al cambio. Lo peor no era que no se pudiese cocinar, elaborar alguna vieja receta familiar por placer era algo del pasado, lo peor es que ni siquiera podías elegir tu propia dieta o permitirte algún capricho. Toda la comida que se consume ahora es personalizada y nutrigenética; Savi selecciona y prepara los alimentos que más te convienen para tu metabolismo de los nutrientes, teniendo en cuenta tu análisis genético. Se supone que con el tiempo desaparecerán ciertas enfermedades, la gente dejará de tener problemas de obesidad y se evitarán malestares y mermas de salud derivados de una mala alimentación. Emilio lleva años preguntándose si de verdad merece la pena, su recuerdo de tomar una cerveza con unos torreznos de aperitivo mientras escuchaba a los “Iron Maiden”, hacía tiempo que solo existía en su imaginación.

—Savi, apaga la música y dime las noticias relevantes de hoy.

La insulsa música cesó al instante en todas las habitaciones y se escuchó el sonido de una campanilla.

—Nada relevante que destacar, los niveles de contaminación siguen en un nivel adecuado, las reservas de energía están al máximo y ha descendido ligeramente la temperatura global. Localmente está despejado, ligera brisa y hay 23 grados en el ambiente.

Emilio también echaba de menos, las noticias de verdad, los sucesos, la información deportiva, los anuncios culturales o de ocio, incluso la crónica rosa. Qué tiempos aquellos en los que el guardameta de la selección nacional de fútbol besaba en directo a su pareja reportera, mientras le entrevistaba tras el encuentro victorioso de la final de un mundial. Ya no había partidos, no existía el deporte, no había series o películas, ni música, no existía la televisión, al menos no tal como él la conoció. Ahora todas las noticias eran filtradas y la oferta televisiva se reducía a un solo canal gubernamental difícil de soportar. Al menos oficialmente, ya que existía un canal “pirata” que aprovechaba los viejos cables de cobre telefónicos que todavía estaban instalados en muchas casas y ya no se usaban para nada. La mayoría de conexiones son inalámbricas a través de UV (Ultra Velocidad, versión mejorada del famoso 5G anterior) y, para los lugares donde no llega esta tecnología, se usa la conexión de fibra que tan popular fue en el primer cuarto de siglo. Sin embargo, nadie se preocupó de desinstalar los antiguos postes y los cables de pares simétricos de cobre que había en todos los edificios y servían para llamar por teléfono durante el siglo anterior. Concretamente este canal alternativo usa la olvidada tecnología ADSL. Emilio la había usado a finales del siglo, de hecho, era lo normal en aquel entonces, así que no le costó fabricarse un equipo casero para recibir dicha señal.

Terminó de ducharse y acicalarse, y después se quedó pensativo observando su imagen en el espejo; el cuarto de aseo era lo que menos había cambiado de todo lo que recordaba de su niñez. Aquí los elementos no se escondían tras las paredes y el suelo, básicamente porque las tuberías tienen que seguir existiendo y ellas sí están instaladas tras los muros. Así que la taza ha ocupado siempre el mismo lugar, del mismo modo que la ducha y el lavabo. Es verdad que el váter es más sofisticado y te limpia con agua sin necesidad de papel tras hacer tus necesidades, pero eso es algo que ya existía antes de introducir la domótica como parte esencial de las casas. La ducha carece de manivelas y se controla con la voz al igual que la temperatura,  pero no deja de ser una ducha, te mojas y te tienes que secar. Eso sí, las toallas se imprimen con tela sintética absorbente cada vez que las necesitas. Tras su uso, se reciclan en material imprimible de nuevo automáticamente.  No se malgasta agua ni jabón en lavar nada.

Tras salir del aseo, Emilio consumió su ración de nutrientes, como prefería llamarlo en vez de desayuno, y regresó al dormitorio donde Savi le había preparado la ropa. Ya estaba la cama insertada en el suelo y la ropa descansaba en la bandeja de recogida de indumentaria. Del mismo modo que ya no existía frigorífico o cocina como tal, tampoco existía un vestidor o armarios. Todo estaba oculto tras las paredes y era gestionado por la inteligencia y brazos mecánicos de Savi. A Emilio no dejaba de sorprenderle cómo podía funcionar todo tan bien, entendía que la ropa ya no se lavaba, ni se guardaba. Todo se creaba al instante con las impresoras 3D, pero le resultaba increíble que se pudiese imprimir casi cualquier cosa con prácticamente cualquier tipo de tejido o material. Por supuesto, la mayor parte de esta moderna tecnología se impuso después de la Guerra de todas las Guerras, aunque el sistema de inteligencia virtual o rudimentarias impresoras en tres dimensiones sí existían años antes, pero no eran más que una sombra de lo que son hoy en día.

Todavía le causaba más dudas el tema de la comida, una cosa es que Savi pidiera los productos necesarios, pero cómo llegaba ese pedido y se introducía en el administrador de provisiones era un misterio. En algún momento tenía que haber personas que hicieran alguna tarea, pero todo funcionaba de manera invisible para él y no sabía a ciencia cierta cómo se organizaba el proceso completo. Tampoco le importaba.

Una vez preparado para salir a trabajar, Emilio cogió su “Allable”, que no es otra cosa que la evolución de su antiguo Smartphone; con pantalla flexible más grande que se repara sola si se rompe (gracias a que contiene dos fluidos en una rejilla interna que al juntarse crean el vidrio), aparato tan fino como un cartón, resolución 8K, UV, batería de larga duración, carga inalámbrica continua a través del aire… y por supuesto, con Savi incluido. La enorme pantalla del salón que mostraba imágenes de naturaleza se apagó en cuanto Emilio llegó a la puerta de salida.

—Savi desconecta la seguridad, me voy a trabajar.

Savi abrió la puerta tras el agudo pitido de desconexión.

—¿Quieres saber qué recorrido es mejor hoy para llegar antes al trabajo? —preguntó el asistente.

—Sí, indícamelo en el móvil “ala hable” —no se acostumbraba al nombre del nuevo invento, pero estaba seguro de que Savi sabía a qué se refería.

—Bien Emilio, y recuerda que hoy te toca tu preparación física en el gimnasio a las 6:30 horas. Tendré configurado el salón para esa hora.

—Lo sé, gracias —dijo mientras salía de la vivienda.

La puerta se cerró y se oyó un nuevo pitido cuando se alejaba por el estrecho pasillo. Mientras esperaba el ascensor, Emilio pensó que, siendo el sistema completamente distinto al que había anteriormente, esta forma de subir o bajar no había cambiado tanto. Ya no tenías que presionar ningún botón y no había cables y poleas, ahora funcionaba gracias a un sistema de levitación magnética, que si bien lo hacía más seguro y con un mantenimiento más barato y sencillo, era bastante lento y no te libraba de la larga espera.

En la calle ya empezaba a notarse el movimiento, el toque de queda terminaba en cuanto aparecían los primeros rayos de luz solar, así que no era raro que Emilio viera la ciudad en funcionamiento en cuanto salía de casa. Era extraño ver tanto movimiento y, sin embargo, tan poco ruido. De nuevo se quedó unos segundos pensativo, él tuvo coches de combustible fósil antes del conflicto, y ahora, hasta lo más grandes camiones de mercancías, son eléctricos y no necesitan enchufarse. No dejaba de añorar aquel ruido de motor que ahora no existía en ningún lugar. Veía a los primeros vehículos del día circular por sus respectivos caminos, carril peatonal, carril eléctrico y carril para vehículos sin motor, cuando decidió que le apetecía ir andando en vez de alquilar un patín autónomo en el aparcamiento situado frente a su portal. Tardaría una media hora más, pero su horario flexible se lo permitía, además, era de las pocas decisiones que podía elegir en su día a día. Apenas había ruido, solamente los típicos zumbidos de los patinetes y coches eléctricos.

—Savi, como habrás notado, voy andando al trabajo. ¿Hay algo que pueda retrasarme más de la cuenta? —preguntó Emilio, más por tener algo de conversación que por la respuesta en sí, ya que no podía oír música, o no al menos la que quisiera escuchar.

—No hay ningún corte de calle, ni obras, ni aglomeraciones de gente. Siguiendo el camino habitual llegarás en aproximadamente 42 minutos —respondió Savi amablemente.

—Tal vez podrías buscar canciones prohibidas como ejemplos para saber lo que no puedo tararear —dijo Emilio aguantando la risa. No era la primera vez que lo intentaba y nunca le había funcionado.

—Siento no poder complacerte, pero si escucho una canción no admitida te lo haré saber al momento. Recuerda que las autoridades recomiendan no tararear, ni silbar, se considera de mala educación.

—Lo sé, aunque más mala educación es que maten a tu familia y recorten tus libertades —musitó Emilio. Savi no dio ninguna réplica.

Foto de cheng feng

La ciudad se ve limpia, no hay papeleras, pero tampoco residuos, los robots llamados “ratones” se encargan de recoger cualquier papel o resto que caiga al suelo. No hay pintadas en las paredes, los robots llamados “arañas” se dedican a mantener limpias las fachadas de las ciudades. Los edificios nuevos son de cristal y los que siguen desde antes de la guerra han sido todos decorados con pintura metálica, lo que da un aspecto futurista a todo el paisaje. Los hologramas hiperrealistas que inundan las calles le dan un aspecto especial, aunque ya no hay anuncios de productos. Estas imágenes tridimensionales a color dan mensajes positivos a la gente, recrean paisajes naturales de gran belleza o muestran edificios arquitectónicos famosos de otros países. Así es fácil poder ver la torre Eiffel, las cataratas de Iguazú y un moái de la isla de Pascua en un paseo por Madrid. Además, no son fijos y se van cambiando cada cierto tiempo, lo que hace que las ciudades estén llenas de vida.

Se respiraba aire fresco y limpio, desde hacía unos años se habían ido disminuyendo considerablemente los humos en la ciudad. Algo bueno tenía que tener este sistema de vida moderno impuesto por los líderes que ganaron la guerra, pensó Emilio mientras sonreía. También pensó que cuando era niño, a los diez años sobre el cambio de siglo, imaginaba que de mayor vería coches voladores, rayos láser como armas destructivas y robots con apariencia humana andando libremente por las calles…  ya no cree que lo vea nunca por mucho tiempo que viva, y eso que ahora la esperanza de vida para alguien nacido a finales de los ochenta del pasado siglo sea de 100 años.

Según las estadísticas, le queda algo más de media vida por delante y ya ha sufrido las peores tragedias que un ser humano puede vivir. Primero tuvo que dejar su profesión de futbolista con apenas 20 años recién cumplidos. Ya estaba en el primer equipo del Real Madrid, su club de toda la vida, había ido subiendo desde las categorías inferiores y apuntaba como el gran sucesor de Raúl González, sin embargo, en un reconocimiento médico se le encontró una pequeña lesión en el corazón que le impedía seguir ejerciendo deporte de alto nivel. Emilio Díaz “el diablo de Tasmania”, como se le empezaba a conocer, no tuvo más remedio que interrumpir su prometedora carrera. El mote fue un invento de un periodista que comentaba por televisión el partido de la final del Campeonato Sub-20, que jugaban España y el equipo anfitrión en Australia. El joven delantero hizo una gran jugada en el área donde regateó a tres contrarios y marcó de un derechazo por la escuadra. Aquella “diablura” que dio a la selección española el campeonato contra los organizadores en su propia casa, hizo saltar la inventiva del narrador. ¿Cuántas veces más lo habría hecho si no hubiese sido por su corazón?

Después del duro golpe recondujo su profesión hacia los banquillos y llegó a ser entrenador de primera división. Todo parecía irle bien de nuevo, a punto de entrenar a su equipo de la infancia con 35 años recién cumplidos, algo inusual, casado con su novia de toda la vida, Marta, y con dos retoños para completar una vida perfecta. Entonces fue cuando comenzaron las agrasiones, se paró en seco la forma de vida conocida y empezó una nueva realidad que desembocó en la Guerra de todas las Guerras. Duró solo unos meses, pero las bajas fueron muy numerosas y él, golpeado de nuevo por la mala suerte, perdió a su mujer e hijos.

Desde entonces no para de repetirse que no fue culpa suya, pero realmente le queda la duda. No quiso luchar contra los invasores, pensó que era mejor quedarse al margen y esconderse para proteger a su familia. No pudo lograrlo.

Todavía hay mucha gente a la que le resulta raro llamar a la contienda Guerra de todas las Guerras, pero desde que se impuso el nuevo sistema educativo apenas se estudia historia, ni antigua, ni moderna. Todo se resume a ese gran conflicto armado que comenzó en el año 2025 y los motivos que se enseñan son partidistas, disculpando claramente a los atacantes (y vencedores) y criminalizando a los perdedores (que al fin y al cabo, solo intentaron defenderse). Ya nadie recuerda, ni da importancia, a las dos guerras mundiales del siglo XX y mucho menos a otras menores como la los Balcanes, la de Vietnam o los conflictos en Oriente Medio o en  Ucrania que tanto tiempo duraron y llenaron numerosas portadas en los periódicos. No solo la educación hace que se vaya olvidando todo lo anterior, sino que cuando una confrontación como esta acaba con la vida de más de 200 millones de personas de todas las razas y nacionalidades, se queda grabado en la memoria colectiva de todo el mundo. Sobre todo si te afectó tan de cerca como a Emilio.

Después de la guerra y tras estar encarcelado unos meses, simplemente por no haber apoyado al bando ganador al comenzar el enfrentamiento, a Emilio se le asignó el trabajo en la torre. Esa gran torre en el centro de la ciudad que nadie sabe muy bien para qué se construyó, pero que parece tener una gran importancia por la gran seguridad que la ampara y por la enorme cantidad de trabajadores que la mantienen en perfecto estado. Negarse a aceptar el trabajo era seguir en la cárcel, o tal vez, algo peor.

Hay varias torres repartidas por todo el mundo, principalmente localizadas en las ciudades más importantes de cada país. Existe una mucho más grande situada en el norte de África, en algún lugar del desierto del Sáhara. Las medidas de seguridad para acercarse a ella parecen todavía más sofisticadas y el número de personas que trabajan allí más numeroso.

Con este sistema de gobierno todo el mundo tiene trabajo, al menos en las grandes ciudades; no existe el paro, ni la mendicidad, ni las grandes fortunas, todo es más justo y equitativo dijeron los nuevos gobernantes… puede ser, pero Emilio no deja de pensar que tampoco hay arte, ni cultura, ni ocio… en definitiva no hay libertad. Además, los barrios que rodean las ciudades no tienen el nivel de domótica de la ciudad, ni la seguridad, ni la limpieza… claro que esos barrios llamados distritos no entran en los datos oficiales del gobierno.

Emilio salió de sus pensamientos cuando llegó a la valla donde se situaba la entrada a la torre. Pasó por el arco de entrada y en la pantalla del guardia de seguridad aparecieron sus datos: Emilio Díaz. Fecha de nacimiento 23-10-1987. Grupo: Adaptados. Trabajo: Torre SP1. Ocupación: Recambios energéticos y calibración. Una luz verde le indica que puede avanzar aunque el vigilante no le haga ningún gesto. Este lleva un casco que cubre todo su rostro, si le ha hecho una indicación con la mirada no la ha podido observar.

Llega a la puerta de entrada a la gran edificación y coge el pasillo que le lleva al ascensor. Subirá hasta la planta 7 donde se pasará 10 horas cambiando unas pesadas baterías sin energía por otras cargadas. No falta trabajo en esta sociedad, otra cosa es que este sea de calidad. Aunque está claro que hay trabajos peores, algunos incluso no deberían tener cabida en una sociedad civilizada; el grupo de los Serviles tiene que satisfacer las apetencias lujuriosas de sus amos, entre otras tareas.

El trabajo de Emilio podría hacerlo robots, o estar automatizada la carga de la fuente de electricidad, pero por alguna extraña razón, bajo ningún concepto puede quedarse la torre sin su energía. Es un trabajo que deben realizar y supervisar humanos en todo momento por su gran importancia. Además, mantener los indicadores dentro de sus rangos correctos es de suma importancia para el buen funcionamiento de la torre.

Desde que la especie extraterrestre Bastiana ganó la Guerra de todas las Guerras contra los humanos y conquistaron la Tierra, estas torres se convirtieron en una prioridad para los dominadores, aunque nadie sabe exactamente su función. Construirlas, es lo primero que hicieron al instalarse aquí, incluso antes de reestructurar la sociedad y promulgar sus nuevas leyes. Todos pensaron que eran para comunicarse con su planeta natal, Bastet, pero hasta hoy ninguna nave más ha llegado a nuestro planeta. Tal vez lo hagan en un futuro cercano.

 

Próxima entrega: Capítulo 02: La Guerra de todas las Guerras

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3 comentarios en «Capítulo 1: Rutinaria Convivencia con Savi»

  1. Definitivamente creo que vamos avanzando hacia esa realidad en el futuro. Y no sé si vaya a existir la Guerra de todas las guerras, pero no creo que resistiría el no cocinar yo misma mis alimentos.

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