Saltar al contenido

Capítulo 10: Puesta en Marcha

Foto de Skyler King

Sara salió con una amplia sonrisa del pequeño cuarto de la ducha, aún tenía el pelo mojado, pero ya estaba vestida con el mismo traje ceñido del día anterior, aunque mucho más reluciente.

—Esto de imprimirte la ropa que tú quieres en apenas diez minutos no está nada mal.

—A ver si al final vas a querer quedarte en la ciudad.

—Prefiero la libertad a la moda.

—Opino igual.

—Voy preparando la moto, no tardes en…

—¡A sus órdenes! Tal vez podrías dejarme conducir, tengo el carné desde antes de la guerra.

—Tal vez pueda dejarte aquí e irme sola.

Emilio entró en el cuarto de la ducha sin demorarse.

—Creo que eso es un no —se dijo a sí mismo.

Arnold se encontraba en un moderno y amplio garaje acompañado por varios policías, donde examinaban su coche policial.

—¿Así que no se identificó a la cazadora? —preguntó a sus compañeros.

—No llevaba ninguna acreditación, ni matrícula, no tiene un localizador oficial… solo sabemos que es una mujer y en ese sector no opera ninguna normalmente —contestó uno de ellos mirando su “allable”.

—Tuvo que ser ella quien recogió al terrorista en la carretera.

—Es probable… hoy se reforzará la vigilancia en los sectores, incluso con patrullas, no solo con drones. No te preocupes, daremos con ellos.

Arnold se colocó en el asiento del piloto.

—Savi, ¿tienes imágenes del interior del vehículo cuando se bloqueó su uso?

—Siempre grabo el interior.

—Pónmelas.

El monitor del panel frontal se encendió mostrando el interior del coche desde el techo del mismo. Se podía ver a Emilio contrariado cuando el coche quedó parado. Después se le vio probar la tarjeta.

—Tiene una tarjeta que habrá sido modificada… —aclaró Arnold.

—No para de cometer delitos… —contestó su colega.

—¿Hay expendedores de vehículos fuera de la ciudad?

—No.

—Bien, creo que podemos atraparle esta misma mañana. No está escondido en un sector y parece que…

—¿Tan rápido? Señor, los Responsables le han autorizado a dirigir un equipo de persecución especial a sus órdenes por su implicación y conocimiento del fugitivo, ¿no será necesario entonces?

Arnold fijó su atención en el mapa que Emilio sacó junto con la tarjeta y no llegó a contestar a la pregunta de su compañero.

—Savi, detén la imagen. Busca el mejor momento para que se vea lo que tiene en la mano izquierda.

El asistente virtual movió unos fotogramas hacia delante y atrás hasta dar con uno donde el mapa se veía completo.

—Ahora enfoca y agranda ese objeto, quiero ver su contenido.

Savi le hizo caso y mostró en el monitor el plano con sus indicaciones, se podía leer bastante bien, aunque alguna parte estaba borrosa o tenía algún reflejo.

—Pasa la depuración gráfica a la imagen.

—Iniciando el proceso de inteligencia artificial.

La imagen se fue limpiando, desapareciendo brillos y sombras, las letras se volvieron más claras, las zonas borrosas se volvieron nítidas poco a poco, y el fondo del papel adquirió un tono más blanquecino.

—Proceso de purificación terminado. Resultado satisfactorio.

—Memoriza todo su contenido.

—Memorizado.

—¿A qué se refieren esas indicaciones? —preguntó Arnold.

—Hay algo oculto en esa posición, no hay datos de qué se trata. La ubicación se encuentra a 520 kilómetros, en un lugar desértico localizado en una zona que los humanos llaman Almería —contestó Savi.

—Ese equipo de persecución especial que me han asignado… ¿tiene limitación de movilidad? —preguntó Arnold a su compañero.

—No, sin restricciones… puede moverse con libertad por todos los núcleos del país y los sectores de cualquier ciudad.

—Creo que entonces sí me hará falta… puede que no atrapemos a ese terrorista esta misma mañana, sin embargo, a cambio puede que obtengamos alguna sorpresa extra. Va a ese lugar por algo.

—Comunicaré que lo preparen.

—Rápido, saldremos en cuanto esté listo, si puede ser nada más amanecer.

Otro compañero se acercó a ellos.

—Su nuevo “allable” —dijo ofreciéndole el aparato a Arnold.

—Gracias… Otra cosa, no quiero en el equipo ningún humano.

—Señor, las reglas que al menos uno…

—Mi antiguo compañero me traicionó, evitó que capturara al terrorista y tuve que acabar con él cuando intentó asesinarme. No quiero terrícolas cerca en un tiempo.

—Lo haré saber.

Arnold se quedó solo, sonriendo por el perfecto plan que tenía en mente.

—Cuando les coja les voy a tener horas dentro de aros de control —murmuró para sí mismo.

Sara y Emilio circulaban en la moto a primera hora de la mañana, todavía había poca gente y apenas vigilantes, aunque algunas personas ya empezaban a acudir a sus puestos de trabajo. Llegaron a un expendedor de vehículos y Emilio usó su tarjeta. No aparecieron problemas de validación y en una pantalla se le mostraron las opciones disponibles.

—¿Qué elijo? ¿El más rápido? —preguntó Emilio.

—No sé…

En vez de mirar la pantalla, Sara observó los coches disponibles en el parking.

—¿Y aquella furgoneta?

—¿No es muy grande?

—Así no tendré que abandonar a Tyrion.

La cara de extrañeza de Emilio era para enmarcarla.

—Tyrion…

—Sí.

—¿Le has puesto nombre a tu moto?

—No es mi moto, es mi fiel compañero.

—Bien, cogeré la furgoneta para que pueda venir Tyrion.

—Gracias.

—¿Quieres un autobús y llevamos también a los Stark?

Sara sonrió aunque no llegó a contestar. Emilio terminó de gestionar el alquiler y unos rodillos llevaron la furgoneta hasta la salida del parking,

—Vamos, démonos prisa. Cuanto menos tiempo estemos en la ciudad mejor.

Sara subió su querido vehículo en la parte trasera y colocó un pequeño artilugio en el manillar, después lo activó y se encendió un piloto rojo. Se guardó otro artilugio con un led de color verde.

—¿Qué es eso? —preguntó Emilio.

—Es el sistema de seguridad que tengo. Evita que alguien pueda llevarse a Tyrion si yo no doy permiso.

—¿No tienes un arranque por lector de huellas?

—No, son caros para lo sencillo que es “piratearlos”, además, este método me sirve también de localizador.

—¿Y es necesario activarlo si va a ir en el mismo vehículo que nosotros?

—Nunca sabes lo qué puede ocurrir, ni cuándo te vas a separar, quiero tener a Tyrion localizado si no estoy sobre él.

—¿Y ese sistema no es rastreable?

—No, es un localizador que funciona por ondas de radio, así no pueden detectarlo los “Savis”.  Siempre que me separo de ella lo activo.

—Bien… ¿no lo harás para que no pueda usarla yo?

—Ni tú ni nadie se va a subir en Tyrion.

Emilio sonrió mientras se dirigía a la puerta del conductor, según la abría un risueño joven le detuvo interpelándole.

—Esperen, no pueden irse todavía.

Sara agarró su pistola, mirando a ver si se acercaban más hombres. Emilio pensó en subir a la furgoneta y arrancar, miró por el retrovisor intentando ver si Sara había terminado de subir la moto.

—No pueden irse sin recoger un jugoso descuento para su siguiente alquiler. Un patinete gratis para 12 horas o un 20 % en cualquier vehículo —dijo el sonriente hombre ofreciéndoles una tarjeta.

—Oh… vale… gracias —acertó a pronunciar Emilio, cogiendo la tarjeta.

Sara llegó por el otro lado de la furgoneta y se montó en ella. Emilio pensó que no era normal que hubiese trabajadores en los expendedores de vehículos y comenzó a preocuparse.

—No hay de qué. Que tengan suerte —deseó el joven.

—Gracias de nuevo —contestó Emilio impaciente por arrancar.

—Sanadores para sanar la sociedad —pronunció en voz baja el joven cuando la furgoneta salía del parking.

—¿Cómo? ¿Has oído eso? —preguntó Emilio a Sara.

—No, ¿el qué?

—Da igual… creo que ese chico, es de los Sanadores —comentó, mientras le daba la tarjeta con el descuento a Sara.

Ella la miró, le dio la vuelta y entonces vio algo escrito a mano.

—En la tarjeta pone: “Sanadores para sanar la sociedad. Mucha suerte.”

—¡Los Sanadores tienen ojos en todas partes! —afirmó Emilio vitalmente contento.

Compartir:

1 comentario en «Capítulo 10: Puesta en Marcha»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *