
Foto de Rafael de Nadai
Un policía bastiano se acercó a su compañero terrenal, justo en la entrada del suburbano donde este último disparó a Raúl y vio cómo escapaba Emilio.
—Marcos, ¿esperas que salga alguien más o qué? —preguntó el peludo guardián de la ley.
—No Arnold, temo que ya no saldrá nunca nadie más.
La mayoría de los extraterrestres se pusieron nombres adecuados al lugar donde se instalaron, sin embargo, hubo muchos de ellos que optaron por elegir nombres de actores o cantantes conocidos en todo el mundo, por lo tanto, había muchos Brad, Bruce, Will, Robert, Johny, Scarlett, Sofía o Margot.
—¿Por qué dices eso?
—El plan purificador, tú también lo oíste… está claro que han hecho algo para exterminar a los desgraciados que vivían ahí abajo.
—Marcos, eran unos cuantos miserables terroristas. A saber cuántas vidas se han salvado hoy.
—No sé, no dejo de pensar que habría otro modo de hacerlo. No dejan de ser personas, puede que equivocadas, pero tal vez se hayan visto obligadas a actuar así.
—En sus manos tenían la posibilidad de una vida mucho mejor, con una gran casa, un trabajo, aprovechar nuestra tecnología…. disfrutar en este mundo sin polución, sin guerras, a salvo de enfermedades, respetando el medio ambiente… y eligieron destruir y matar. Esta fue su decisión y creo que tomaron una errónea —argumentó Arnold.
—Ya… —contestó simplemente Marcos al mitin de su compañero, mientras se ajustaba el arma en su cinturón.
—Vamos, han emitido una orden de persecución contra el hombre que viste huir, Emilio Díaz. Parece ser que puede estar con vida.
—Con la orden oficial emitida, no tardarán los cazarrecompensas en dar con él.
—Mientras permanezca dentro de la ciudad es tarea nuestra. Si huye a los sectores decidiremos si dejárselos a ellos.
—¿Por qué tanto interés en él?
—Es peligroso según se describe en la orden de persecución, pagan tres veces más por él que por otro fugitivo y eso supone un ascenso si nosotros lo cogemos.
—Menos horas de trabajo y más dinero —apuntó sin mucha convicción Marcos.
—Eso es, y la satisfacción de cumplir con el deber.
—Tienes razón, vamos —concluyó Marcos mientras subía al coche por el lado del conductor.
—¿Hacia dónde vamos? ¿Alguna idea? —preguntó Arnold.
—Vive cerca, vamos a ver si hay alguna pista en su domicilio —comentó el policía al arrancar el vehículo eléctrico accionando la huella de su dedo en el sensor de inicio.
Los coches policiales no eran diferentes al resto, completamente eléctricos con baterías autorrecargables sin necesidad de enchufes ni cables. Sin embargo, sí tenían un sistema de seguridad especial que hacía que solo pudiese arrancarlo el conductor asignado al coche. También estaban enlazados con Savi y, aún, tenía ciertas mejoras más, pero seguían contando con neumáticos para desplazarse, aunque más modernos, ahora construidos con un material a prueba de pinchazos y con control automático de presión. Aunque los extraterrestres habían traído grandes avances tecnológicos y contaban con un sistema de suspensión antigravitatorio sin combustión gracias a campos magnéticos, no se había implementado en vehículos personales por su lentitud. Lo usaban en sus grandes naves para salir al espacio exterior o entrar en la atmósfera terrestre, pero era extremadamente lento como para ser viable en la vida urbana diaria, excepto para montacargas y ascensores. La única excepción en los vehículos era una especie de aereodeslizador que usaban en las zonas desérticas. Estos vehículos, llamados lanchas aéreas, se elevan lentamente unos centímetros desde el suelo sin usar la fuerza de un chorro de aire, sino impulsados por un campo antigravitacional magnético. Una vez suspendidos adquieren gran velocidad en sentido horizontal convirtiéndolos en un método ideal para recorrer grandes distancias, sin embargo, el sistema solo funciona en superficies arenosas. Sobre el agua, el campo magnético se desestabiliza hasta hacer caer el aparato y en superficies duras como el asfalto, la fuerza antigravedad aumenta, haciendo que se produzca una variación de altura constantemente e imposibilitando un viaje cómodo. En cuanto al resto de vehículos aéreos usados por la policía, como helicópteros o drones armados, también contaban con mejoras y eran completamente eléctricos y autorecargables por el aire, pero el sistema de elevación era el mismo que el usado por los humanos anteriormente, un motor que hace girar hélices. El imaginario popular hablaba de que en la Guerra de todas las Guerras se habían usado rápidas naves voladoras, pero realmente nadie las había visto.
—He examinado los datos de su Savi y no ha dejado pistas de donde podría refugiarse —comentó Arnold.
Marcos se dirigía a casa de Emilio siguiendo el recorrido marcado en el mapa representado en la pantalla del salpicadero. Aunque la conducción automática gestionada por Savi estuvo disponible de inmediato en todos los vehículos tras la guerra, lo cierto es que fue perdiendo fuerza quedándose solo en una moda pasajera. Los humanos preferían conducir ellos mismos y solo dejaban el control a la inteligencia artificial en caso de cansancio o necesitar realmente estar libre durante el trayecto.
—Ahora todo se hace examinando los datos recogidos digitalmente, pero antes se buscaban pistas de verdad. Puede que algo encontremos al llegar allí —indicó Marcos.
—Tú antes no eras de las fuerzas de seguridad, eras un peleador, ¿no? ¿Seguro que no es perder el tiempo?
—Boxeador, se dice boxeador… no eran simples peleas, era un deporte con unas reglas definidas, había que tener una gran preparación física y podías ganar sin apenas dañar a tu rival… era un arte.
—Por eso eres más fuerte que otros humanos, así que lo que nosotros hacemos con robots, vosotros lo hacíais a puñetazos.
—¿Esas peleas de robots que ponen en la televisión? ¿De verdad vas a comparar el noble arte del boxeo con dos tipos controlando con unos guantes metálicos sus coches de juguete?
—Nunca vi una pelea de esas, pero el COMBATROB es entretenido, emocionante y, sobre todo, indoloro para nadie.
—Más divertido que el RUNROB desde luego, al menos peleando pasa algo y ves romperse a los robotijos, no como en esas carreras de cochecitos que es como cuando era niño y veía jugar a mis hermanos mayores con el Scalectrix.
—¿No teníais carreras antes?
—Sí, pero era gente la que los pilotaba, ya fuera en coches o motos… en diferentes circuitos o incluso en terrenos naturales.
—¿Gente conduciendo? ¿Cómo si nosotros ahora mismo corriéramos para ganar a otro coche?
—Algo así, sí.
—Gente rara… ¿Y tampoco te gusta el BALLROB?
—Lo que me gusta es la creatividad que tuvisteis para poner nombres a vuestros deportes.
Arnold no supo muy bien si era un comentario sarcástico y sonrío sin decir nada antes de cambiar de tema.
—¿Qué esperas encontrar en la casa de ese malnacido? Según pone en la orden tiene información importante, pero la ha conseguido en la torre hoy, cuando provocó las explosiones antes de huir, no era información que tuviera al salir de su casa.
—No lo sé. Pero por eso mismo que dices si de verdad ese tipo construyó, colocó y detonó bombas, algo debemos encontrar en su casa.
—¿Dudas que lo haya hecho? La orden es bien clara, tú le viste escapar.
—Me parece increíble que ese hombre sea capaz de eso, es un adaptado que lleva diez años sin dar un solo problema y trabajando bien, pero solo digo que si es cierto encontraremos pruebas.
—Si se hubiera aceptado que Savi registrara todo lo que escucha, tal vez sería más fácil.
—Bueno, se supone que está para ayudar a la gente, no para hacer de espía del gobierno.
—Pero técnicamente sería tan fácil…
—Vuestra gente lo decidió así, y creo que con buen criterio.
—Ya cambiarán de opinión, se dice que la ley que permite implantar microchips puede incluir esa mejora.
—No creo que sea una mejora, la gente dejaría de usarlo.
—Muy bien, peleador escéptico, hagamos de investigadores antiguos…
Marcos no contestó.

Foto de Mika Baumeister
Sara se encontraba descansando en su taberna favorita que, al contrario de como solía encontrarla normalmente, estaba prácticamente vacía debido a la alerta sanitaria. El anciano tabernero le sirvió una copa de algún líquido marrón.
—A este invita la casa —dijo mientras llenaba el vaso.
—Gracias, pero si tienes pocos clientes y encima les invitas, ¿de verdad te compensa estar aquí?
—Si tengo que morir por el virus, que así sea. No puedo estar encerrado en casa, y así, por poco que saque, algo puedo embolsarme al final del día.
—Si necesitas algo de dinero puedo…
—Gracias, no es necesario, además, desde que ha empezado “el barrido” tampoco tienes mucho trabajo y eso que Salvaje desapareció y ya no te hace la competencia. Tú sí que deberías estar en casa, eres joven para morir.
—¿Y dejar que te aburras aquí solo ?, no… además, está claro que tal como se transmite, puedes cogerlo en cualquier parte.
—Sí, eso es cierto, aunque cuanto menos contacto con otra gente…
—Pon música por nuestra red, algún clásico del siglo pasado, y da a esto un poco de vida.
—Se me ha roto el cacharro, se me quemó y, como apenas viene nadie por aquí, no tengo quien me lo arregle, solo puedo poner el canal del gobierno —dijo mientras encendía con el mando a distancia la televisión.
—Buff, no tengo ganas de ver correr robots o escuchar tonterías de…
Sin embargo, antes de terminar su frase las imágenes llamaron su atención.
—Espera, déjalo.
Se veía una columna de humo al lado de la torre de la capital española y un titular que ponía: “Atentado en el centro de Madrid. Los terroristas intentan asesinar a cientos de personas inocentes”.
—Un grupo de terroristas que solo quiere sembrar muerte y dolor ha logrado introducir artefactos explosivos en la torre de la ciudad y ha acabado con la vida de varios guardias de seguridad y algunos trabajadores del edificio —se oyó decir a una sensual voz por la televisión.
A continuación, se vio una imagen de Jacinto en el suelo de la enfermería, con un pequeño charco de sangre a su lado. Después una joven enfermera, muy nerviosa y a punto de llorar, se dirigía a cámara.
—Vi como venía corriendo y segundos después estaba muerto…Ese hombre trabaja aquí en la torre, le estaba tratando por su enfermedad y se volvió loco.
Mientras hablaba, la realización intercalaba entre el primer plano de la chica imágenes de los destrozos causados por las explosiones y una foto de Emilio.
—Grábame la noticia y mándalo a mi cuenta, por favor —pidió amablemente Sara al anciano.
Mientras ella sacaba su aparato de órdenes, el viejo barman apretaba unos botones en el mando a distancia.
—Hay emitida una orden contra un tal Emilio, el causante de todo esto. Y el precio es tres veces superior al habitual, al final va a ser un buen mes.
—Primero tendrás que cazarlo.
—¿Dudas de mis habilidades?
—Lo cierto es que no, ¿te han llegado las imágenes?
Sara cogió su viejo Smartphone y tocó la pantalla.
—Sí, gracias —se quedó mirando de nuevo las imágenes de la joven enfermera.
—Espero que te vaya bien, así tendré a mi clienta preferida con dinero que gastar.
—Te veré pronto, me voy corriendo —dijo justo antes de dar el último sorbo al licor casero.
Sara salió de la taberna mientras el anciano volvía su mirada a la televisión.
—Y ahora pasamos al emocionante partido de BALLROB entre Ciudad Madrid contra Ciudad Valencia —se oyó desde el aparato.
Una especie de campo de fútbol con suelo de asfalto se mostraba a vista de pájaro. A continuación, salieron por los laterales unos coches teledirigidos con un gran balón de fútbol rodando junto a ellos. Las porterías eran bastante pequeñas en comparación con el inmenso tamaño de la pelota. Los minicoches se colocaron a ambos lados de la pista y el esférico se colocó en el centro.
—A esto jugaban mis nietos en la Nintendo —aseguró el anciano antes de apagar la pantalla.
Fuera del local, Sara encontró las calles vacías, solo podía observar a algún vagabundo en una esquina sin distinguir muy bien si seguía o no con vida. La cazadora se montó en una enorme moto de color negro y pulsó un pequeño receptor que llevaba encima para desbloquearla. Casi todos los vehículos contaban con lectores de huellas digitales, pero en los barrios dispersos se “hackeaban” con facilidad, por lo que muchos cazadores usaban un método de seguridad más antiguo aunque mucho más seguro.
Sara pensó unos instantes antes de ponerse en marcha, cuando aclaró sus pensamientos, la silenciosa moto eléctrica salió a toda velocidad.
Esperando el sjguiente capitulo! Cómo mola tener que esperar para leerlo jajaja
Sara va a terminar de guardaespaldas de Emilio, o quizás de su novia, je. Ya hice una apuesta con David Herrera al respecto.
Me intriga lo que van a hacer los «investigadores antiguos»…